Por Claude Cookman
Nota del editor: Claude  Cookman un profesor asociado de Periodismo de la Universidad de Indiana  en Bloomington, IN, es el autor de uno de los ensayos sobre Henri  Cartier-Bresson: El Hombre, La Imagen y El mundo: un estudio  retrospectivo (Thames & Hudson, 2003 ). El catálogo fue publicado  como parte de la retrospectiva de Cartier-Bresson en la inauguración de  la Fundación del fotógrafo en París el año pasado. Cookman, un historiador  fotográfico aclamado, fue el ganador de la NPPA Robin F. Garland  Educador Award en 1999. 
La muerte de Henri  Cartier-Bresson nos recuerda la enorme deuda que le debemos los  reporteros gráficos a este gigante francés que dejó de fotografiar  activamente hace más de 30 años. 
Su frase, "el momento  decisivo" es probablemente la primera asociación para la mayoría. Capturar el instante  culminante, ya sea el pico en los deportes de acción o la interacción emocional  sutil, se ha convertido en el estándar de oro para los reporteros  gráficos. Pero la historia y las  propias palabras de Cartier-Bresson enriquecen nuestra comprensión de  este rebosante término. 
La captura de la acción  era difícil y poco común con las viejas cámaras de visor montadas sobre trípodes y con las cámaras voluminosas de prensa llevadas en mano tales como la Graflex. Eso cambió cuando la  Leica 35mm apareció en Alemania a mediados de la década de 1920. Comenzando en los albores de  1930 con una serie de fotografías destacadas por su contenido revelador y  composición impecable, Cartier-Bresson mostró al mundo el potencial de  la Leica para lograr espontaneidad. Esa sigue siendo su mayor  legado a la trayectoria de la fotografía. 
El momento decisivo está  más estrechamente relacionada con su típica fotografía tomada en 1932  detrás de una terminal de trenes en París. Congela a un hombre  saltando una milésima de segundo antes que su pie salpique sobre un  enorme charco. Para Cartier-Bresson, el  momento decisivo significaba más que una simple detención de la acción. Formado como pintor en la  tradición clásica francesa y cautivado por el reciente renacimiento de  la teoría de la proporción de oro, insistió en que la composición  geométrica era vital. Dicha composición se  puede ver en la foto de 1932, con su repetición de formas y la  colocación del punto focal. En el prefacio de su  libro de 1952 El Momento Decisivo - que debería ser de lectura  obligatoria para todos los reporteros gráficos - Cartier-Bresson definió  su estética como "el reconocimiento simultáneo, en una fracción de  segundo de la importancia de un evento así como de una organización precisa de  las formas." 
Lo que es probable que se  olvide es que el uso de la Leica por Cartier-Bresson  mostró una nueva ética al fotoperiodismo  moderno. Debido a que las cámaras  de gran formato usaron respaldos con sólo dos hojas de  película, comúnmente los antiguos reporteros gráficos escenificaron sus fotos. Por el contrario  Cartier-Bresson practicó la discreción como ruta de captación de  fotografías no posadas. Esto le permitió  respetar sus temas al mismo tiempo que obtener imágenes naturales y reveladoras. Su aproximación discreta  le permitió tomar y conservar fotografías del asesinado Mahatma Gandhi,  de cuerpo presente en enero de 1948. (La fotógrafa  de Life Margaret Bourke-White, quien fotografió a Gandhi con una cámara  grande con flash, le fueron confiscadas sus  películas por los devotos del  Mahatma, que consideraron sus actos una falta de respeto.) Cartier-Bresson  articuló su ética y el acercamiento discreto de tal manera que ahora se le conoce con el  término "una mosca en la pared"  en el prefacio de El Momento Decisivo: "Estamos obligados a llegar como  intrusos", escribió. "Es esencial, por tanto,  abordar el tema de puntillas .... No son buenos los empujones y codazos". Como parte de su escasa  presencia, rechazó la iluminación artificial. "Y no hay fotografías  tomadas con la ayuda del flash tampoco, aunque sólo sea por respeto  a la luz real .... a menos que un fotógrafo observe esas condiciones, puede convertirse en un personaje insoportablemente agresivo." 
Humanismo, otro elemento  de su ética, también influyó el fotoperiodismo contemporáneo. Con pocas excepciones,  Cartier-Bresson fotografió personas. Se les ve con cariño,  curiosidad, empatía, y en ocasiones con humor. No es casual que de los  502 imágenes que Edward Steichen eligió para su exposición Familia del Hombre, 10 fueran de Cartier-Bresson. Hablaba a menudo de cómo  la fotografía requiere la alineación, no sólo de la cabeza y la mano,  sino también el corazón. Su humanismo se extendía  más allá del respeto a sus temas, a servir a una audiencia. Escribiendo en 1952 en el pico de la ansiedad acerca de la carrera de armamentos nucleares, él calificó su papel como el de suministrar fotografías a "un mundo  lastrado con las preocupaciones", uno lleno de gente "que necesita la  compañía de las imágenes." Unos años más tarde, le  dijo a un entrevistador: "Lo importante de nuestras relaciones con la  prensa es que nos brinda la posibilidad de estar en estrecho contacto  con los acontecimientos de la vida. Lo que es más satisfactorio para un  fotógrafo no es el reconocimiento, el éxito, y así sucesivamente. Es  la comunicación: lo que usted diga puede significar algo para los demás,  puede ser de cierta importancia." 
Su humanismo se alineaba con una conciencia social. Durante sus años  formativos en los años 1920 y 1930, vio a los efectos de la depresión a  nivel mundial y el ascenso del nazismo de Hitler. Como un joven periodista,  se sintió obligado a presenciar estos problemas con su cámara. Al explicar su cambio de  la pintura a la fotografía, le dijo a un entrevistador: "El aventurero en  mí se sintió obligado a testificar con un instrumento más rápido que un  pincel las cicatrices del mundo". Se dedicó a la política  de izquierda durante la década de 1930 y militó en el Partido Verde en  sus últimos años. Recorriendo toda su obra  son numerosas las imágenes que exponen las contradicciones del capitalismo,  como una pareja sin techo preparándose para pasar la noche delante de una vidriera con un gran logotipo de IBM. 
Al igual que muchas  grandes figuras, la vida de Cartier-Bresson y su trabajo están envueltos  en el mito. Para el registro, en  ocasiones él sí uso de flash, él cortó sus fotos, y  él se dejó fotografiar - aunque sólo por su esposa, la fotógrafa Martine  Franck, y sus colegas en la agencia Magnum, la agencia que cofundó con Robert Capa y otros  en 1947. 
El más importante equívoco sobre su trabajo, sin embargo, es que él es un fotógrafo de una sola  imagen. En numerosos libros y  exposiciones, su obra se muestra como un conjunto de fotografías desconexas, aparentemente sin relación entre sí. Por el contrario, sus  hojas de contacto en la Oficina de París de Magnum demuestran que la mayoría de  las grandes imágenes resultaron de largas historias fotográficas que él fotografió  para revistas tales como Harper's Bazaar, Life, Look, Holiday, Paris  Match, Du y Epoca. 
Estos reportajes se  dividen en tres categorías principales. Él fotografió noticias de eventos tales como la liberación de París, el funeral de Gandhi, la  caída de Pekín, y la rebelión estudiantil de 1968 en París. A principios de 1960  fotografió y escribió textos para una serie de 16 historias de retratos para  una revista de Londres, The Queen. Publicado bajo el título "Un toque de grandeza", las historias hicieron perfiles de  notables como Leonard Bernstein, Arthur Miller, Robert Kennedy y Julie  Harris. Su cuerpo más grande de  trabajo podría definirse como la etnografía. De un país a otro, se  buscó de forma sistemática y fotografió las mismas actividades humanas e instituciones: el mercado, la iglesia, sinagoga o mezquita, los  parques donde los niños jugaban y los adultos relajados, jardines de  infancia y las universidades; conciertos, obras de teatro, bodas,  funerales y personas en el trabajo,  de los campesinos a los ingenieros informáticos. Su informe en 1954 sobre la población de Rusia es sin duda su mayor ensayo de este género, pero  también trabajó en las calles de China, Cuba, India, Israel, Japón,  México, Turquía, la mayoría de países europeos y Estados Unidos. 
A medida que el mundo del  arte ha demandado a Cartier-Bresson, exponiendo su obra en los museos  más prestigiosos del mundo y publicándola en formato de libro de arte,  es importante recordar que Cartier-Bresson fue un fotógrafo de revistas.  La mayoría de sus grandes  imágenes jamás se hubieran producido sin los encargos de las  revistas de fotografía. 
A mediados de la década  de 1970, por una variedad de razones complejas repudió el fotoperiodismo y la fotografía, volviendo a su primer amor, el dibujo. Pero sus hojas de  contacto, epígrafes, notas manuscritas, escritos publicados, y las entrevistas todo demuestra que durante su carrera activa desde la  década de 1930 hasta la década de 1960, pensó y trabajó dentro de la tradición  europea del fotoperiodismo de revista. 
Él lo dijo mejor en una  entrevista: "La gente suele decir que he estado en el lugar correcto en  el momento adecuado. Lo que realmente quieren decir es que sigo los  periódicos, con el fin de tener una idea de lo que está sucediendo en el  mundo." En su libro de 1955 Los Europeos, Cartier-Bresson caracteriza la función del reportero gráfico  al decir: "Yo estaba allí y así es como la vida se me apareció en ese  momento." En conjunto, estas dos  declaraciones, más sus archivos de Magnum abarcan la esencia del  fotoperiodismo: Anticipándose a un acontecimiento importante, tomó posición, fotografió con  rigurosidad, editó su película,  agregó texto y pie de fotos, y a continuación, a través de las revistas  de fotografía, comunicó lo que presenció a una  audiencia masiva. 
Claude Cookman puede ser contactado en ccookman@indiana.edu.
jueves, 3 de junio de 2010
"Desde sus orígenes la fotografía no ha cambiado salvo en sus aspectos técnicos, lo que, en mi opinión, no tiene mayor
importancia.
La fotografía parece una actividad fácil; es una operación diversa y ambigua en la que el único denominador común entre los
que la practican es la herramienta que se usa. Lo que sale de esa cámara no es ajeno a la economía de un mundo de
despilfarro, donde las tensiones son cada vez más intensas y donde las consecuencias ecológicas son ya desmesuradas.
Fotografiar es retener la respiración cuando todas nuestras facultades se conjugan ante la realidad huidiza; es entonces cuando
la captación de la imagen supone una gran alegría física e intelectual. Fotografiar, es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el
mismo punto de mira. En lo que a mí respecta, fotografiar es una manera de comprender que no puede separarse de los otros
medios de expresión visual. Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera
de vivir.
La fotografía "fabricada" o puesta en escena no me interesa. Y si la valoro en algún sentido, no puede ser más que a partir de
un punto de vista psicológico o sociológico. Están los que hacen fotografías previamente amañadas y los que van a la
búsqueda de la imagen y la capturan. El aparato fotográfico es para mí como un cuaderno de esbozos, el instrumento de la
intuición y de la espontaneidad, el dueño del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide a la vez. Para "significar" el
mundo, hay que sentirse implicado con lo que el visor destaca. Esta actitud exige concentración, disciplina del espíritu,
sensibilidad y sentido de la geometría. La simplicidad de la expresión se consigue mediante una gran economía de medios. Hay
que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo.
 
La anarquía es una ética.
 
El budismo no es ni una religión ni una filosofía sino un medio que consiste en dominar el espíritu con el fin de acceder a la
armonía y, por compasión, ofrecérsela a los demás."
− Henri Cartier−Bresson
(Extracto del libro "Fotografiar del natural", Editorial Gustavo Gili)
Destaco esta frase "Fotografiar (...) Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera de vivir". Howard Chapnick escribió en 1994 en "Truth need no ally" que la entonces nueva generación de fotoreporteros europeos se estaban ya separando de la "escuela" del "momento decisivo" de Cartier-Bresson. Parecería por este extracto, que Bresson estaba más cerca de la contemplación no distorsiva (contemplativa) del budismo que de la afirmación de la personalidad del yoísmo, del querer ser "especial", poniendo un estilo o impronta. Su impronta se notó y marcó la historia, pero lo hizo "sin querer".
En cuanto la necesidad de tener un estilo característico, puedo imaginar dos fuentes: la de quien tiene una personalidad característica, que sabe qué quiere y destaca por sus opiniones formadas, del que quiere brillar sin mérito, del que quiere ganar y destacar sin merecimiento, del que quiere "decir" algo con sus fotos sin sentido, hablar por hablar. De la vedette sin cabeza. De ahí esto de "Hay que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo"
Pongamos las cosas más claramente: está el fotógrafo de prensa y está también el periodista que fotografía, o reportero gráfico, y me refiero al periodista que, contemplando y comprendiendo su entorno, le surge algo para decir, siente pulsión por contar. Se ve atraído tanto por la idea de un tema que supo elegir y por lo visual que ello desprende. Sin dudas que es un aspecto de nuestra profesión que más débilmente tenemos desarrollado, por falta de formación y por deformación de nuestra profesión en las empresas mediáticas.
importancia.
La fotografía parece una actividad fácil; es una operación diversa y ambigua en la que el único denominador común entre los
que la practican es la herramienta que se usa. Lo que sale de esa cámara no es ajeno a la economía de un mundo de
despilfarro, donde las tensiones son cada vez más intensas y donde las consecuencias ecológicas son ya desmesuradas.
Fotografiar es retener la respiración cuando todas nuestras facultades se conjugan ante la realidad huidiza; es entonces cuando
la captación de la imagen supone una gran alegría física e intelectual. Fotografiar, es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el
mismo punto de mira. En lo que a mí respecta, fotografiar es una manera de comprender que no puede separarse de los otros
medios de expresión visual. Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera
de vivir.
La fotografía "fabricada" o puesta en escena no me interesa. Y si la valoro en algún sentido, no puede ser más que a partir de
un punto de vista psicológico o sociológico. Están los que hacen fotografías previamente amañadas y los que van a la
búsqueda de la imagen y la capturan. El aparato fotográfico es para mí como un cuaderno de esbozos, el instrumento de la
intuición y de la espontaneidad, el dueño del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide a la vez. Para "significar" el
mundo, hay que sentirse implicado con lo que el visor destaca. Esta actitud exige concentración, disciplina del espíritu,
sensibilidad y sentido de la geometría. La simplicidad de la expresión se consigue mediante una gran economía de medios. Hay
que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo.
La anarquía es una ética.
El budismo no es ni una religión ni una filosofía sino un medio que consiste en dominar el espíritu con el fin de acceder a la
armonía y, por compasión, ofrecérsela a los demás."
− Henri Cartier−Bresson
(Extracto del libro "Fotografiar del natural", Editorial Gustavo Gili)
Destaco esta frase "Fotografiar (...) Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera de vivir". Howard Chapnick escribió en 1994 en "Truth need no ally" que la entonces nueva generación de fotoreporteros europeos se estaban ya separando de la "escuela" del "momento decisivo" de Cartier-Bresson. Parecería por este extracto, que Bresson estaba más cerca de la contemplación no distorsiva (contemplativa) del budismo que de la afirmación de la personalidad del yoísmo, del querer ser "especial", poniendo un estilo o impronta. Su impronta se notó y marcó la historia, pero lo hizo "sin querer".
En cuanto la necesidad de tener un estilo característico, puedo imaginar dos fuentes: la de quien tiene una personalidad característica, que sabe qué quiere y destaca por sus opiniones formadas, del que quiere brillar sin mérito, del que quiere ganar y destacar sin merecimiento, del que quiere "decir" algo con sus fotos sin sentido, hablar por hablar. De la vedette sin cabeza. De ahí esto de "Hay que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo"
Pongamos las cosas más claramente: está el fotógrafo de prensa y está también el periodista que fotografía, o reportero gráfico, y me refiero al periodista que, contemplando y comprendiendo su entorno, le surge algo para decir, siente pulsión por contar. Se ve atraído tanto por la idea de un tema que supo elegir y por lo visual que ello desprende. Sin dudas que es un aspecto de nuestra profesión que más débilmente tenemos desarrollado, por falta de formación y por deformación de nuestra profesión en las empresas mediáticas.
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