"Desde sus orígenes la fotografía no ha cambiado salvo en sus aspectos técnicos, lo que, en mi opinión, no tiene mayor
importancia.
La fotografía parece una actividad fácil; es una operación diversa y ambigua en la que el único denominador común entre los
que la practican es la herramienta que se usa. Lo que sale de esa cámara no es ajeno a la economía de un mundo de
despilfarro, donde las tensiones son cada vez más intensas y donde las consecuencias ecológicas son ya desmesuradas.
Fotografiar es retener la respiración cuando todas nuestras facultades se conjugan ante la realidad huidiza; es entonces cuando
la captación de la imagen supone una gran alegría física e intelectual. Fotografiar, es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el
mismo punto de mira. En lo que a mí respecta, fotografiar es una manera de comprender que no puede separarse de los otros
medios de expresión visual. Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera
de vivir.
La fotografía "fabricada" o puesta en escena no me interesa. Y si la valoro en algún sentido, no puede ser más que a partir de
un punto de vista psicológico o sociológico. Están los que hacen fotografías previamente amañadas y los que van a la
búsqueda de la imagen y la capturan. El aparato fotográfico es para mí como un cuaderno de esbozos, el instrumento de la
intuición y de la espontaneidad, el dueño del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide a la vez. Para "significar" el
mundo, hay que sentirse implicado con lo que el visor destaca. Esta actitud exige concentración, disciplina del espíritu,
sensibilidad y sentido de la geometría. La simplicidad de la expresión se consigue mediante una gran economía de medios. Hay
que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo.
La anarquía es una ética.
El budismo no es ni una religión ni una filosofía sino un medio que consiste en dominar el espíritu con el fin de acceder a la
armonía y, por compasión, ofrecérsela a los demás."
− Henri Cartier−Bresson
(Extracto del libro "Fotografiar del natural", Editorial Gustavo Gili)
Destaco esta frase "Fotografiar (...) Es un modo de gritar, de liberarse, no de probar ni de afirmar la propia originalidad. Es una manera de vivir". Howard Chapnick escribió en 1994 en "Truth need no ally" que la entonces nueva generación de fotoreporteros europeos se estaban ya separando de la "escuela" del "momento decisivo" de Cartier-Bresson. Parecería por este extracto, que Bresson estaba más cerca de la contemplación no distorsiva (contemplativa) del budismo que de la afirmación de la personalidad del yoísmo, del querer ser "especial", poniendo un estilo o impronta. Su impronta se notó y marcó la historia, pero lo hizo "sin querer".
En cuanto la necesidad de tener un estilo característico, puedo imaginar dos fuentes: la de quien tiene una personalidad característica, que sabe qué quiere y destaca por sus opiniones formadas, del que quiere brillar sin mérito, del que quiere ganar y destacar sin merecimiento, del que quiere "decir" algo con sus fotos sin sentido, hablar por hablar. De la vedette sin cabeza. De ahí esto de "Hay que fotografiar siempre partiendo de un gran respeto por el tema y por uno mismo"
Pongamos las cosas más claramente: está el fotógrafo de prensa y está también el periodista que fotografía, o reportero gráfico, y me refiero al periodista que, contemplando y comprendiendo su entorno, le surge algo para decir, siente pulsión por contar. Se ve atraído tanto por la idea de un tema que supo elegir y por lo visual que ello desprende. Sin dudas que es un aspecto de nuestra profesión que más débilmente tenemos desarrollado, por falta de formación y por deformación de nuestra profesión en las empresas mediáticas.
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